Quizás -sólo quizás- sea la fiesta más maltratada, distorsionada y tergiversada del calendario litúrgico. Convertida tantas veces en unos días de buenismo, de falsa fraternidad. De la propuesta consumista de esta sociedad salvaje no hace falta ni hablar, porque tal vez este mensaje ya no cala en nadie, no entra en los corazones, las mentes lo escuchan como un mantra sin sentido. "No, la navidad no es...".
Me sitúo entre la indignación más profunda, la necesidad reivindicativa y las ganas de mirar sólo hacia adentro, agradecer al Señor lo increíble de su gesto y reconocer mi incapacidad de entender la grandeza del amor de Dios. Hacerse hombre. ¿A quién se le ocurre? Encarnarse. Hacerse hombre. Nacer. En un mísero lecho de paja, rodeado de moscas y orines de animales. El Salvador del mundo, el Rey del universo entero.
Y nosotros comprando colonias, haciendo viajes, llenando las calles de luces con formas a cada cual más extraña. ¿Y Jesucristo? ¿Y la Natividad? ¿Qué pasa con ese misterio de una Virgen que da a luz?
Navidad, Navidad.
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| La "Adoración de los pastores" de Rembrandt van Rijn |
